miércoles, 1 de junio de 2011

epoca prehispanica

La Epoca Prehispánica

Desde luego, la historia de nuestra música debe comenzar con el arte sonoro prehispánico que, aunque desaparecido en su forma y apariencia inicial, ha influido en mil sutiles formas sobre la posterior evolución de la música en México. Sin embargo, poco es lo que se puede decir respecto del substrato indígena de nuestro arte sonoro. Si bien el testimonio arqueológico, así como el de los cronistas de la Conquista, indican que la música tenía gran relevancia en el mundo indígena, la música prehispánica como tal sigue siendo para nosotros una "terra incognita", y probablemente conserve dicho carácter para siempre, pues que sepamos no fue anotada, el mundo del que formaba parte fue violentamente destruido, y ya hace siglos que fue borrada por el viento.
Los hallazgos arqueológicos de instrumentos musicales indígenas nos hablan de su naturaleza acústica, de su gran variedad y difusión, así como de las diferencias que había entre el instrumental empleado por las diversas culturas mesoamericanas, pero son incapaces de decirnos cuáles eran los principios formales, los procedimientos de composición a que se recurría para hacer música con tales medios. Además, no en vano ha insistido el musicólogo Curt Sachs en prevenirnos contra el error -en que incurren incluso investigadores como Samuel Martí o Robert Stevenson- de confundir la potencialidad de un instrumento con la música que efectivamente se ha realizado en él. Es decir, como la serie de sonidos obtenidos en un instrumento no necesariamente indica la selección de sonidos, o si se prefiere, el tipo de escala básico que elegirá una comunidad cultural dada para hacer música, la existencia de un instrumental autóctono, por muy sugestivas que sean sus características, no permite conclusiones certeras acerca de la música tocada en él en determinada época. (Un ejemplo característico de ellas: "Galaxias", una obra de Héctor Quintanar, requiere una dotación instrumental que no difiere grandemente de la normal, pero exige de los músicos formas de ejecución ortodoxas y poco habituales, cuando no enteramente nuevas, que nada tienen que ver con la manera de tocar los instrumentos tradicionalmente establecida).
Por otra parte, en el caso de la música prehispánica, el abundante testimonio de los cronistas españoles -exclusivamente verbal y con frecuencia cargado de prejuicios etnocéntricos y actitudes emotivas- se refiere básicamente a la música azteca, y secundariamente a la maya, sin proporcionar suficientes elementos de juicio acerca del arte sonoro de otras culturas que florecieron en lo que es hoy el territorio mexicano.
Igualmente, el intento de reconstruir ese mundo sonoro a partir de la música de los grupos indígenas actuales tiene que ser seriamente cuestionado ya que, por un lado, la música de todos ellos, incluso los más primitivos y apartados, muestra profundas huellas del impacto europeo y, por el otro, los grupos que mantienen con mayor pureza su carácter y hábitos tradicionales y que, por lo mismo, tienen más títulos para ser considerados como representativos del mundo indígena, se localizan en sitios que por lo general no corresponden a lo que puede considerarse propiamente como territorio mesoamericano, o bien apenas hallan en la áreas marginales del mismo y, además, jamas alcanzaron el elevado nivel cultural que tuvieron los pueblos de Mesoamérica o, si llegaron a tener un alto grado de desarrollo, han involucionado, degradando su herencia.
Sin embargo, el talento y la capacidad musicales del indígena están más allá de cualquier duda. La sorprendente velocidad con que la música europea fue asimilada y dominada por los indígenas inmediatamente después de la llegada de los conquistadores constituye una prueba fehaciente de la existencia de las cualidades indicadas. Los indios dificilmente hubieran dominado tan pronto el canto gregoriano o se habrían dedicado con tal entusiasmo al canto polifónico si hubiesen carecido de una fuerte tradición musical.(Algunos de los acompañantes de Cortés eran cantores e instrumentistas competentes, y las crónicas nos cuentan de qué manera los nativos quedaron fascinados por el arte de esos músicos y cómo los imitaron a la brevedad posible. Incluso, los cronistas de la época narran algunas divertidas anécdotas que hablan de la astucia, la facilidad y la rapidez con que los indígenas supieron despojar de sus mejores secretos profesionales a sus maestros europeos).
Por ello es indudable que si bien la música indígena pudo no influir en forma directa sobre la de los conquistadores -lo que es difícil de probar o de rebatir en vista de las dificultades ya indicadas que hay para la determinación de lo que verdaderamente es o haya sido el arte sonoro autóctono- la sensibilidad indígena matizó y tiñó el aporte europeo, transformando con ello su carácter inicial. De esta manera, el elemento indígena contribuyó a modelar un folclor que, aunque pueda ser rastreado hasta sus orígenes hispánicos e incluso más allá, remontando sus fuentes africanas o levantinas, es distintiva y específicamente nuestro.



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